martes, 2 de febrero de 2016


Cuando nuestros recursos pierden valor.

Cuando tienes una empresa tienes que dotarte de recursos duraderos para su funcionamiento. Es lo que llamamos inmovilizado. Y su valor va menguando con el tiempo.

Como esto va de contabilidad no nos queda otra que asentir: ni el dispositivo con el que escribes a un cliente ni el coche con el que te desplazas para visitarlo duran para siempre. Como todo en este mundo los recursos con los que trabajas están sometidos al juicio inapelable del tiempo.
Nos vamos por las ramas, sí, pero esto del deterioro de las cosas también hay que contabilizarlo. Al menos, cuando llevamos una empresa. Veamos: tu empresa está formada por medios o recursos que aseguran su funcionamiento a largo plazo. Es lo que llamamos activos no corrientes, fijos o, simplemente, inmovilizado.

¿Qué es el inmovilizado?

Hablábamos de ellos hace poco, es decir, bienes y derechos que aseguran el funcionamiento de la empresa a largo plazo. Los distinguimos de los activos corrientes o circulantes, de los que no nos ocuparemos ahora.
¿Y por qué? Porque al tener una duración breve, de menos de un año, y estar destinados a la venta, no tenemos que preocuparnos por su valor a largo plazo.
Los activos fijos o inmovilizado, en cambio, al ser recursos de larga duración no sujetos a la venta requieren una mayor inversión, son vitales para el funcionamiento de la empresa y la pérdida de su valor hay que cuantificarla para que las cuentas no se nos vayan de las manos.
Con inmovilizado hablamos, por ejemplo, del mobiliario de tu oficina, el coche de empresa, el móvil y el ordenador, así como la maquinaria o la licencia de un programa informático.
¿Por qué pierden valor? Los factores son varios, pero en contabilidad se reducen a tres:
  • Físico: ocasionado por el simple paso del tiempo, aunque no se haya utilizado.
  • Funcional: cualquier bien se deteriora por el uso que le damos.
  • Económico: las innovaciones tecnológicas vuelven obsoleto un bien.
Contablemente, nos interesa calcular esta pérdida de valor. El camión que adquiriste por 50.000 euros no tendrá el mismo valor al final de su vida. Y a este cálculo se le llama depreciación o amortización.
¿Depreciamos o amortizamos?
Estrictamente hablando, depreciar y amortizar no son lo mismo. Aunque ambos se refieren al mismo cálculo y hacen referencia al inmovilizado, en contabilidad se reserva el concepto de amortización al inmovilizado intangible por su condición inmaterial (patentes, licencias, marcas, derechos de traspaso, etc.) y el concepto de depreciación al inmovilizado tangible por su carácter material (mobiliario, equipo, maquinaria, etc.).
Ambas distinciones nos resultan ociosas, por lo que usaremos ambos conceptos de forma indistinta.

¿Cómo calcular la depreciación de un activo?

Como decíamos, los activos de tu empresa pierden valor y esa pérdida de valor, para no ponernos líricos, es cuantificable. ¿De cuánto hablamos? Para saber de cuánto, primero hay que tener en cuenta los siguientes factores:
  • El valor amortizable. Es el precio por el que adquiriste el bien.
  • Vida útil. Es el tiempo estimable que te durará ese activo.
  • Valor remanente. Es el valor que tendrá al finalizar su vida útil.
Como todo en contabilidad, un ejemplo nos ayudará a entenderlo. Pongamos que somos unos panaderos estupendos que hemos comprado una furgoneta para repartir el pan a domicilio. Pagamos por la furgoneta unos 50.000 euros. Su vida útil es de 15 años y su valor remanente es de 5.000 euros.
Para calcular su depreciación, utilizarías la siguiente fórmula:
Cuota de amortización anual = Importe inicial – Valor remanente / Años de vida útil
Es decir: 50.000 – 5.000 / 5 = 9.000 euros es el coste anual de la depreciación. O en otras palabras: el valor que pierde anualmente equivale a 9.000 euros.
Este método que hemos utilizado se conoce como método lineal. Hay otros más complicados y precisos. Pero como en Debitoor, un programa de facturación y contabilidad, tiramos por la sencillez, te presentamos el que mejor casa con nosotros.

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