Cuando nuestros recursos pierden valor.
Cuando tienes una empresa tienes que dotarte de recursos duraderos para su funcionamiento. Es lo que llamamos inmovilizado. Y su valor va menguando con el tiempo.
Como esto va de contabilidad no nos queda otra
que asentir: ni el dispositivo con el que escribes a un cliente ni el
coche con el que te desplazas para visitarlo duran para siempre. Como
todo en este mundo los recursos con los que trabajas están sometidos al
juicio inapelable del tiempo.
Nos vamos por las ramas, sí, pero
esto del deterioro de las cosas también hay que contabilizarlo. Al
menos, cuando llevamos una empresa. Veamos: tu empresa está formada por
medios o recursos que aseguran su funcionamiento a largo plazo. Es lo
que llamamos activos no corrientes, fijos o, simplemente, inmovilizado.
¿Qué es el inmovilizado?
Hablábamos de ellos hace poco,
es decir, bienes y derechos que aseguran el funcionamiento de la
empresa a largo plazo. Los distinguimos de los activos corrientes o
circulantes, de los que no nos ocuparemos ahora.
¿Y por qué?
Porque al tener una duración breve, de menos de un año, y estar
destinados a la venta, no tenemos que preocuparnos por su valor a largo
plazo.
Los activos fijos o inmovilizado, en cambio, al ser
recursos de larga duración no sujetos a la venta requieren una mayor
inversión, son vitales para el funcionamiento de la empresa y la pérdida
de su valor hay que cuantificarla para que las cuentas no se nos vayan
de las manos.
Con inmovilizado hablamos, por ejemplo, del
mobiliario de tu oficina, el coche de empresa, el móvil y el ordenador,
así como la maquinaria o la licencia de un programa informático.
¿Por qué pierden valor? Los factores son varios, pero en contabilidad se reducen a tres:
- Físico: ocasionado por el simple paso del tiempo, aunque no se haya utilizado.
- Funcional: cualquier bien se deteriora por el uso que le damos.
- Económico: las innovaciones tecnológicas vuelven obsoleto un bien.
Contablemente, nos interesa calcular esta pérdida de valor. El camión
que adquiriste por 50.000 euros no tendrá el mismo valor al final de su
vida. Y a este cálculo se le llama depreciación o amortización.
¿Depreciamos o amortizamos?
Estrictamente
hablando, depreciar y amortizar no son lo mismo. Aunque ambos se
refieren al mismo cálculo y hacen referencia al inmovilizado, en
contabilidad se reserva el concepto de amortización al inmovilizado
intangible por su condición inmaterial (patentes, licencias, marcas,
derechos de traspaso, etc.) y el concepto de depreciación al
inmovilizado tangible por su carácter material (mobiliario, equipo,
maquinaria, etc.).
Ambas distinciones nos resultan ociosas, por lo que usaremos ambos conceptos de forma indistinta.
¿Cómo calcular la depreciación de un activo?
Como
decíamos, los activos de tu empresa pierden valor y esa pérdida de
valor, para no ponernos líricos, es cuantificable. ¿De cuánto hablamos?
Para saber de cuánto, primero hay que tener en cuenta los siguientes
factores:
- El valor amortizable. Es el precio por el que adquiriste el bien.
- Vida útil. Es el tiempo estimable que te durará ese activo.
- Valor remanente. Es el valor que tendrá al finalizar su vida útil.
Como todo en contabilidad, un ejemplo nos ayudará a entenderlo.
Pongamos que somos unos panaderos estupendos que hemos comprado una
furgoneta para repartir el pan a domicilio. Pagamos por la furgoneta
unos 50.000 euros. Su vida útil es de 15 años y su valor remanente es de
5.000 euros.
Para calcular su depreciación, utilizarías la siguiente fórmula:
Cuota de amortización anual = Importe inicial – Valor remanente / Años de vida útil
Es
decir: 50.000 – 5.000 / 5 = 9.000 euros es el coste anual de la
depreciación. O en otras palabras: el valor que pierde anualmente
equivale a 9.000 euros.
Este método que hemos utilizado se conoce como método lineal. Hay otros más complicados y precisos. Pero como en Debitoor, un programa de facturación y contabilidad, tiramos por la sencillez, te presentamos el que mejor casa con nosotros.
Buena información para planificar
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